Voy a explotar.


Es el universo una realidad concreta, dividida en tantas cosas, tantas fortunas, tantos azares, tantos destinos y tantos conceptos. Una divinidad incertada en un imaginario hipnotizado por su propia megalomanía o mitomanía, a saber. Un universo dispar e injusto, terco e incierto cuya mayor certidumbre es el caos arítmico de vidas nimias y carentes de valor, llenas de dolor y felicidad pero sin importancia alguna.

Pregunto en un velo asfixiante de aire u oxígeno químico, de agua o H(dos)O científico, el grado sumo de que esta noche arroje esperanza o absurdos en cantidad, para saber qué contesto en estas voces subyugadas y ajenas, arenas movedizas de razón y lógica. Y la última letra de este sentido, de esta profusa diatriba,¿será valorada por lo que es? ¿un signo, símbolo insutancial y subjetivo como este tiempo y este espacio tan mío como de nadie?

Voy a explotar, marasmo o torrente de ilusiones, de fantasmales alegorías o metonimias, metáforas contrastadas de eventos cotidianos no dignos de metaforismo. A priorismos incipientes, donde nos traga la sugestión metódica de un mundo enfermo por decreto único de este temor mundano que es la ignorancia.

Vamos a explotar en la nada simétrica, ejecutando la rutina del día a día, de esta existencia que depende de la esencia trazada en líneas oligárquicas y elitistas. Y ya me dirán que los viernes en la noche aflora la nostalgia o los melancólicos recuerdos que alguna vez existieron y que el pasado ha devorado. Ya me dirán lo patético que es quedarse un viernes en la noche escribiendo y escuchando piano en vez de salir a bailar en antros de mala muerte estética o ética. Me dirán que el alcohol alivia esta angustia y que el tiempo del hombre no es el futuro como dijo Heidegger, sino el presente e incluso el pasado.

Me dirán las voces de ángeles que más vale un buen acostón de vez en cuando para aliviar esta ansiedad tan "malsana", que una sonrisa o un cigarrillo a media madrugada despeja la mente y multiplica las endorfinas. Que un buen gallo sustituye la apesadumbrada realidad y el aburrimiento cotidiano, que encierra esas demandas poco probables de las cuales se leen dos o tres cual buzón de sugerencias de un McDonald's cualquiera.

Y mientras, aquí estoy, escribiendo o divagando, esclavizado a mis silencios y a mis juegos eternos de personalidad, quebrando la cáscara o el cascarón, imitando a mis héroes más envolventes, enternecido con la soledad y masticando algún chicle de fresa. ¿Te atreves? pregunta con resaltada "negrita", no, no me atrevo. Atreverse supone la falta de conciencia, y mi falta de conciencia responde a menesteres de obligada independencia.

Tengo el grito ahogado de conseguir mi primer triunfo, desalojar este patetismo inherente, dinamizar mis necesidades al punto de cerrar mi mente a este flujo-superfluo- de pensamientos. Voy a explotar porque así me lo pide mi mamá, mi papá, mis amigos, mi herman, mi gato y así me lo pido yo. Voy a explotar para entrar en consonancia con este universo irregular, frío y distante, caótico con guión inerte.

Voy a explotar...

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